Asumir la responsabilidad de un tercero puede nacer de la solidaridad, la amistad o el amor familiar. Sin embargo, detrás de este gesto de confianza existe un enorme campo de incertidumbre que muchos subestiman. Ser codeudor implica compartir plenamente la obligación de pago, y cualquier error del solicitante principal se convertirá en tu problema.
En este artículo exploraremos, con datos concretos, explicaciones legales y testimonios reales, por qué es imprescindible evitar ser codeudor sin un conocimiento profundo de las consecuencias. Aquí encontrarás consejos prácticos para proteger tu estabilidad financiera y emocional.
Cuando una persona solicita un préstamo, crédito educativo o arrendamiento y su historial crediticio o ingresos no son considerados sólidos, las entidades financieras suelen requerir un aval o codeudor. A diferencia de un fiador, el codeudor asume la deuda de forma conjunta, sin esperas ni prelación de cobro.
Esto significa que, desde el momento de la firma, adquieres responsabilidad total e inmediata ante impagos. No importa quién deje de pagar, el acreedor puede exigir el monto completo directamente a ti, iniciando acciones judiciales o extrajudiciales.
En la práctica, no existe ningún paso adicional de reclamo al deudor principal: el banco, la financiera o la institución puede dirigirse simultáneamente a ambos o enfocarse exclusivamente en el codeudor si así lo considera.
El código civil y las normas de protección financiera establecen tres figuras comunes para respaldar obligaciones de terceros. Conocer sus diferencias es clave para tomar decisiones responsables:
El codeudor comparte la obligación de forma inmediata y al mismo nivel que el prestatario principal. Si este incumple, la entidad ejercerá derechos contra ti sin necesidad de notificaciones previas.
El fiador, en cambio, solo se ve involucrado una vez que el acreedor agota el cobro con el deudor principal. Teóricamente esto te da más tiempo para reaccionar y buscar acuerdos, pero puede extender indefinidamente tu compromiso si el titular no paga.
Comprender estas distinciones te permitirá elegir la figura más adecuada, o incluso rechazar la que implique mayores riesgos.
El primer riesgo es la acción inmediata del acreedor sin prelación. A diferencia de otros contratos donde existe un orden de prelación o notificación, en la codeudoría la entidad puede embargar tus bienes a la primera señal de mora.
El segundo peligro es el impacto directo en tu historial crediticio. Una sola demora de pago, originada por cualquier circunstancia del deudor principal, genera reportes negativos en centrales como Datacrédito o CIFIN, dificultando drásticamente tu acceso futuro a préstamos, tarjetas de crédito o hipotecas.
Un tercer riesgo, a menudo olvidado, es el daño emocional y social. Las deudas compartidas pueden convertirse en fuentes de conflicto irreparables, tensando lazos familiares o poniendo a prueba amistades si el pago se complica.
Según datos de algunas firmas legales y bancarias, hasta un 30% de los reportes negativos en centrales de riesgo involucran a personas que actuaron como codeudores sin medir las consecuencias. Estas cifras reflejan la magnitud del problema y la necesidad de informarse antes de firmar.
Ser codeudor es un acto de confianza que, sin la debida información y planificación, puede transformarse en un boomerang financiero. Antes de firmar, analiza con detenimiento cada cláusula y evalúa tu capacidad de respuesta ante un posible incumplimiento.
Recuerda que no estás obligado a aceptar esa responsabilidad. Negocia, busca asesoría legal o financiera y valora otras alternativas de respaldo. Solo así podrás tomar una decisión verdaderamente plenamente consciente y responsable para salvaguardar tu bienestar económico y emocional.
Referencias